Cuando escuché sobre Grassroots International en 1993, la organización ya tenía una historia de 10 años promoviendo los derechos humanos y apoyando soluciones a la pobreza y a las injusticias, en las cuales la gente estaba en primer lugar.
Durante los más de 20 años en los que participé en las actividades de Grassroots, la organización ha sido una valiosa fuente de mi propia educación sobre asuntos internacionales que repercuten negativamente en las poblaciones más vulnerables del mundo. También me presentó colaboradores eficaces que se ocupaban de esas cuestiones, incluida La Vía Campesina, un poderoso movimiento internacional que brinda sus servicios a los agricultores campesinos de los rincones más recónditos del mundo. Gracias a esta organización, pude comprender los conceptos de «soberanía alimentaria» y «derechos a los recursos«, los cuales ahora se debaten ampliamente y son el quid de la cuestión en lo que respecta a los derechos humanos y a la sostenibilidad de los recursos. Mi nueva interpretación me ha llevado a pensar estratégicamente, junto con mis colegas de Grassroots International, sobre cómo podemos manejarnos con mayor eficacia con los colaboradores de la organización.
«Mientras más me involucraba con la organización, más me daba cuenta de lo singular y poderoso que era el modelo utilizado por Grassroots: ubicar la colaboración en el centro de la misión para lograr que el mundo fuera más justo y sostenible».
Junto con mi esposa, decidimos con qué organizaciones colaboraríamos según determinados criterios como eficacia organizacional, capacidad de afrontar las causas principales de los problemas y la dignidad en el tratamiento de las personas (tanto donantes como receptores). En todos los aspectos, Grassroots International ha sido ejemplar y nosotros, con el paso de los años, hemos ampliado nuestras donaciones, tanto de tiempo como de dinero.